La Magia y el Alivio de Conectar con tu Niño Interior (que sí ‘existe’)

Cada mañana, al abrir los ojos, saludo a dos seres que viven en mí: mi niño interior, ese ser mágico, curioso y puro que nunca dejó de existir, y mi yo cuántico abundante, el que ya ha logrado todo lo que sueño, el que solo espera que yo lo vea y lo llame para manifestarse.

Y si lo pienso bien, ambos son el mismo. Mi niño interior es la versión de mí que nunca creyó en límites, y mi yo abundante es quien ha recordado cómo vivir sin ellos.

Conectar con mi niño interior no es una fantasía. Es un acto real de amor, de magia y de fortaleza. Porque ahí, en ese espacio donde vive, están las memorias de todo lo que fui antes de que el mundo me dijera que no podía serlo.

Pero, ¿cómo se conecta con el niño interior?

A veces es tan simple como cerrar los ojos, sonreírle y decirle: “Te veo, te amo, y aquí estoy para ti.”

Otras veces es permitirnos hacer algo sin “propósito”, solo por diversión: pintar, bailar, caminar descalzos, comer helado sin culpa, inventar historias o acostarnos en el pasto mirando las nubes sin prisas.

Para mí, conectar con mi niño interior ha sido alivio y medicina. En mis días más oscuros, él me ha recordado que la risa sigue existiendo. En mis momentos de mayor miedo, me ha tomado de la mano para decirme: “Vamos, jugamos a que no tenemos miedo.”

Y en los días en que me sentí sola, su vocecita me susurró: “Siempre te tienes a ti.”

Pero también, ha sido mi maestro. Me ha enseñado que la abundancia no es algo que llega cuando somos “adultos exitosos”, sino cuando recuperamos esa capacidad de asombro, de gratitud sin condiciones, de creer que todo es posible.

Porque mi yo abundante del futuro es, en realidad, mi niño interior que nunca dejó de soñar.

Cada vez que le doy espacio, no solo libero heridas pasadas, sino que también abro puertas nuevas. Porque él me recuerda que la vida no tiene que ser tan complicada, que puedo volver a empezar las veces que quiera, que puedo crear mundos enteros con solo imaginar.

Y aquí es donde te comparto algo esencial: no hablo de “sanar” a mi niño interior, porque no está roto, no está enfermo, ni necesita ser reparado. Usar la palabra “sanar” implicaría asumir que algo en mí está mal, y esa idea debilita nuestra energía.

Mi niño interior no necesita ser sanado, necesita ser escuchado, visto y abrazado. Él siempre ha estado completo, pero olvidado. Conectar con él es fortalecerlo, fortalecerme. Es recordarnos que siempre hemos tenido todo dentro de nosotros, que no hay nada que “arreglar”, solo amor que volver a dar.

Hoy te pregunto:

¿Hace cuánto no saludas a tu niño interior?

¿Hace cuánto no le preguntas qué necesita?

Porque, créeme, él te espera cada mañana con la misma ilusión con la que un niño espera abrir un regalo.

Conectar con él no es solo nostalgia, es activación. Es traer de vuelta la ligereza, la creatividad, la alegría desbordante. Y ahí, en ese espacio mágico, es donde también se activa mi yo cuántico abundante, ese que ya existe, que ya lo logró todo y que, como mi niño interior, solo quiere que lo vea.

¿Te atreves a saludarlo mañana?

Yo lo haré.

Como cada día.

✨ Con amor, desde lo más profundo de mi ser cuántico y mi niño interior, Helen.

🔗 Descubre más herramientas de conexión en eldispensario.shop

Porque la magia de fortalecer y crear empieza siempre desde adentro.

Regresar al blog